El go, es el juego de mesa más antiguo de todos los que se juegan en la actualidad, y también es, desde un punto de vista matemático, el más complicado.
Sin embargo, sus reglas son muy sencillas y lo pueden jugar los niños desde pequeños.
Su práctica favorece la atención, la concentración, la creatividad, el razonamiento lógico y la autoestima, además de la diversión y el entretenimiento que garantizan sus partidas.
En la actualidad juegan go unos 50 millones de personas en todo el mundo (la mayoría en Asia). Se trata de un juego de estrategia, cuyas partidas se disputan sobre un tablero cuadriculado con 19 casillas por lado.
Sus reglas son sencillas: se añaden “piedras” sobre el tablero, una por turno, un jugador las blancas, el otro las negras. Las negras juegan primero. El objetivo es “conquistar” territorios, para lo cual es necesario rodearlos con las piedras propias.
Gana el jugador que, al final del juego, haya conquistado un territorio mayor que su oponente. De hecho, el nombre chino del juego es algo así como wei qi, que literalmente significa “juego de tablero de envolvimiento”. Go, como se conoce en Occidente, es un derivado de su nombre japonés: igo.
Al mismo tiempo, pese a lo simple de sus reglas, el go es un juego complejo, mucho más que el ajedrez. De hecho, en términos matemáticos, es el juego más complicado del mundo.
El go ofrece diez veces más opciones posibles por cada movimiento que el ajedrez. El número de configuraciones de tablero posibles en el go es mayor que la cantidad de átomos que componen el universo.
Henry Kissinger, en su trabajo On China (2011), sentenció sobre el mismo:
'Mientras que el ajedrez remite a una batalla decisiva, el Wei Qi (Go) alude a una campaña extendida. El jugador de ajedrez compite por la victoria total. El jugador de Wei Qi busca consolidar una ventaja relativa'.
¿Y esto qué tiene que ver conmigo?
Si ha de recurrirse a un modelo analítico más terrenal, será lícito consignar que Pekín -sin hacer a un lado los imperativos tácticos del Wei Qi-, también ha tomado como propios a los postulados de Michael Porter, consagrándose -en ocasiones, subterráneamente- a una estratagema de integración vertical para, en el proceso, apoderarse de cadenas de valor.
En todos los escenarios, la metodología es invariable, ya se trate de la construcción de redes ferroviarias, bases militares, infraestructura de telecomunicaciones, aeropuertos, represas y plantas de energía en geografías tan disímiles como Kenia, Somalia, Djibuti, Camboya, Sri Lanka, Venezuela o la Argentina (cuyo presidente, Alberto Fernández, ya negoció con la República Popular su ingreso en la estratégica Hidrovía Paraná-Paraguay).
Infortunadamente para los jerarcas del Partido Comunista Chino, la presente coyuntura de postpandemia ha terminado por dejar expuesta la verdadera fisonomía de esa agenda que los convocara a cosechar ventajas relativas de alcance geoestratégico o geopolítico.
El acelerado desmoronamiento post pandemia de la imagen china en el concierto internacional invita hoy a los críticos de Pekín a arrojar luz sobre los eminentes desperfectos de la Iniciativa Silk Road, enumerándose episodios vinculados a la franca violación de la soberanía de terceros países, la compra de voluntades de dirigentes políticos y diplomáticos, el otorgamiento de créditos a “tasas usurarias” con el fin de apropiarse de infraestructura crítica, y demás vidriosos etcéteras.
Es todo por ahora, nos seguimos viendo la próxima semana donde terminaremos de desarrollar este tema y así comprender porque China trata de estar en todos los ámbitos y países del mundo, espero también que puedan indagar por sus propios medios si el tiempo entre el trabajo, la esposa y los hijos se lo permiten.
Y recuerda, un adulto es el concepto razonado de lo que le conviene y la izquierda, no le conviene a los héroes de verdad.
Que Dios los bendiga.